EL SEÑOR LEBLANC

Jean-Marc Leblanc: padre, hijo y esposo Se puede tener la apariencia de una persona formada, asumir las responsabilidades de un adulto, usar anteojos ridículamente gruesos como los del señor Jean-Marc Leblanc (Marc Labrèche, protagonista del filme L'Age des Tenebres) y sin embargo, mantener las mismas fantasías que un adolescente. Quizás porque la cultura del vacío, como le sucede a muchos, los preparó para morir pero no para ser viejos.

La especialidad del director canadiense Denys Arcand es fotografiar el sufrimiento interno. Cada filme que realiza es una gema que brilla intelectualmente. Gran parte de su talento quedó expuesto en la exitosa Les Invasions barbares (2003) y en la no menos controvertida Jésus de Montréal (1989). Y si bien en esta ocasión la excusa de fondo es la comedia, la tentación es sólo aparente, porque al morder la fruta, no se puede disimular el sabor amargo que deja.

Otro de los vicios de Arcand es la provocación. Pero como ya lo demostró en Le Déclin de l'empire américain (a.k.a La decadencia del imperio americano - 1986), no recurre a esa chicana barata que apuesta al golpe bajo o la burla explícita para satirizar. Sus armas son sutiles y hacen centro en donde más lastiman, en este caso, el proyectil se dirige al ego burocrático de su nación. Incluso, L'Age des Tenebres (o La edad de las tinieblas) se pueden entender como una de versión canadiense de American Beauty (1999).

De qué va. El señor Jean-Marc está casado y tiene dos hijos, su vida es lenta y aburrida en lo exterior, aunque internamente, su mundo está poblado de hermosas jovencitas que le demandan sexo y placer.

Al hueso. Para muchos, la
Las fantasías del señor Leblanc adolescencia fue la etapa más feliz de sus vidas. El gran defecto es que llega cuando uno todavía es demasiado joven y carece de la experiencia necesaria para valorar lo que posee. Lo que sigue, es una suma de responsabilidades a las que ningún ciudadano puede sustraerse: hijos, trabajo y esposa. La aceptación de esta trinidad es el lubricante que hacen girar los engranajes del sistema. Porque crea individuos dóciles, aburridos, que sólo aspiran a ganar dinero para alcanzar el respeto de sus pares.

Y aunque Jean-Marc Leblanc aprendió todo esto con la experiencia y se siente un iluso por haber caído en la trampa del matrimonio, encontró un punto de fuga a través del pensamiento. En el reino de la mente, puede ser un reconocido escritor al que ninguna reportera se le resiste, un compañero sexual especialista en el ménage à tríos o un político admirado por sus votantes.

Acaso el punto más débil aparezca al final. Se trata de una de esas películas a las que les cuesta bajar el telón. Antes de colgar los títulos de cierre, hace varios amagues que terminan por impacientar al espectador. Como pieza de colección, el filme de Denys Arcand cuenta con una participación al inicio y al cierre del cantante Rufus Wainwright.

En definitiva: una alegoría kafkiana que divierte pero también entristece. En la suma de este balance entre alegría, impotencia y angustia, está el secreto de una gran película.
Score: 8/10


TITULO: La edad de la ignoraciaAfiche de L'Age des Tenebres
ORIGINAL: L'Âge des Ténèbres
ESTRENO: sin fecha en Argentina
ORIGEN: Canadá
AÑO: 2007
DURACION: 104 minutos
DIRECTOR: Denys Arcand
REPARTO: Marc Labrèche (Jean-Marc Leblanc), Diane Kruger (Véronica Star), Emma de Caunes (Karine Tendance), Rufus Wainwright (el príncipe cantante), Sylvie Léonard (Sylvie Cormier-Leblanc), Caroline Néron (Carole Bigras-Bourque), Didier Lucien (William Chérubin), Macha Grenon (Béatrice), Rosalie Julien (Laurence Métivier)
GUION: Denys Arcand
MUSICA: Philippe Miller
FOTOGRAFIA: Guy Dufaux
SITIO OFICIAL



2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Ocho Puntos? No la vi, pero desconfio mucho. Vamos a ver si me animo a verla...

Anónimo dijo...

Excelente pelicula,muy buena la critica. Una comedia amarga, sobre el vacío de la vida actual en una familia de clase media, en la cual tanto los integrantes del matrimonio como los hijos viven su propio mundo sin conectarse con los demás. La sátira del estado canadiense es fenomenal, la burocracia estatal castiga a los empleados fumadores como si fueran terroristas, mientras que los problemas reales que aquejan a los usuarios (falta de vivienda, inseguridad, etc) poco interesan a la maquina estatal.

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