GENIO & FIGURA

Segunda parte del video en donde el conductor de noticias mexicano Jacobo Zabludovsky entrevista a Salvador Dalí en Port-Lligat, en el mes de noviembre de 1971.


Salvador Dalí tenía muchas contras: era un tipo soberbio, con mal genio y poco amigos. Además, era un pintor mediocre que estuvo con su pincel y paleta en el cuadro justo. Entre las virtudes que se le recuerdan, está la de detectar a los idiotas que se le cruzaban por el camino. Con ellos, no tenía piedad y se encargaba de denigrarlos.

En este caso, la víctima fue el periodista de la televisión mexicana Jacobo Zabludovsky. Si hubiera que escribir un decálogo periodístico sobre las preguntas que no se le deben hacer a un entrevistado, estarían todas contenidas en este video. A pesar de ser bastante largo (más de 8 minutos) lo más jugoso transcurre en los últimos pasajes.

A modo de anticipo, una pequeña trascripción del diálogo.
-¿Maestro, un pintor necesita ser dibujante o es apenas una base?
(seco, sin dejar de mirar unos dibujos que está firmado)
-Eso no lo respondo porque está en lo manuales de arte. Otra pregunta que sea más inteligente y acabamos.
-A mí me cuesta mucho trabajo, ¿usted quiere hacer alguna declaración?
-Ninguna. Ustedes son los que quieren que hable. A mí me basta con firmar.
(Jacobo toma aire y vuelve a interrogar)
-¿Maestro, en que se realiza mejor su genio, en pintura, escultura, el grabado, en las joyas, en qué tipo de manifestación artística?
-Prepárese, mi amigo, porque es lo último que voy a responder. No es en la pintura, ni en la escultura, la acuarela, el grabado o las joyas (de pronto se para bruscamente y le grita) EN LA COS-MO-GO-NIA.

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EL ERMITAÑO

Christopher McCandless, en un viaje Antecedentes. Con apenas cuatro películas, incluyendo Into the Wild, Sean Penn es uno de los tantos actores, devenidos en directores, cuyos logros no están a la altura de su nombre. Uno siempre espera más de un actor fibroso que alcanzó fama mundial en los 90’, por una seguidilla de buenos papeles (Carlito's Way - 1993; Dead Man Walking – 1995; She's So Lovely - 1997 y U Turn -1997) pero que en los últimos años, se fue diluyendo en producciones insubstanciales (All the King's Men - 2006) o desafíos para los que no estaba preparado (I Am Sam - 2001). Quizás, su carácter taciturno y la declarada antipatía en contra de George W. Bush, le hayan creado un mito a su alrededor que no logra sustentar artísticamente. Acaso su anterior realización, The Pledge (2001), fue lo más parecido a un éxito comercial como director. El resto, o nadie las recuerda o son apenas una mentira que fomenta IMDB.


De qué va. Centrada en la vida real de Christopher McCandless (o Alex Supertramp) un joven aventurero de 22 años, hijo de una familia acomodada que acaba de graduado con honores. Sin notificar a sus padres, amigos o hermanos, se embarca en un periplo para llegar a Alaska de mochilero y cumplir un sueño. En el camino se cruzará con diferentes personajes que irán influyendo en su comportamiento.

Al hueso. Si hubiera que marca el mayor contrapeso que debe soportar Into The Wild, este sería sin dudas, su excesivo metraje. Muchas de las tomas podrían haberse editado, a favor de una mayor fluidez, o directamente cortado por lo sano. Hasta la primer hora de historia, uno se pregunta si está vCatherine Keener y Emile Hirschiendo una película de Sean Penn o se equivocó de canal y pasó a un documental de la National Geographic. Los paisajes naturales son hermosos vistos a través del lente del francés Eric Gautier, que pasea por toda la costa oeste de Norteamérica, incluidos México y Canadá. Pero cuando el fuerte de la trama se apoya en cangrejos que se arrastran por la arena, gaviotas que surcan las olas, osos que se desplazan en dos patas, las imágenes termina por volverse monótonas, lentas. Tampoco ayuda a sostener el hilo argumental los constantes flashback y flashforward, acaso para borrar todas las huellas de un presente demasiado llano. La banda sonora está a cargo de Eddie Vedder y tampoco escapa al letargo general que plantea la historia. Como es de esperar, la cuestión filosófica estará presente con la machucada premisa de la libertad individual y el rol que cumplen los padres dentro de esta sociedad.

En definitiva. Con toda esta carga a sus espaldas, el filme tiene algunos destellos de simpatía y, salvo algún que otro plano superficial, nunca llega al punto de volverse insoportable. Tan amena como trivial, tan extensa como olvidable.
Score 5/10


TITULO: Into the Wild
ESTRENO: (sin fecha en Argentina)
ORIGEN: Estados Unidos
AÑO: 2007
DURACION: 140 minutos
DIRECTOR: Sean Penn
REPARTO: Emile Hirsch (Christopher McCandless), Marcia Gay Harden (Billie McCandless), William Hurt (Walt McCandless), Jena Malone (Carine McCandless), Catherine Keener (Jan Burren), Hal Holbrook (Ron Franz), Kristen Stewart (Tracy), Vince Vaughn (Wayne Westerberg), Brian Dierker (Rainey).
GUIÓN: Sean Penn; basado en el libro "Hacia rutas salvajes" de Jon Krakauer.
MÚSICA: Eddie Vedder
FOTOGRAFÍA: Eric Gautier
WEB OFICIAL:
www.intothewild.com/

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POR UN PUÑADO DE SPONSORS

En sus orígenes, el rock fue concebido como un movimiento contestatario que no dudó en levantar la voz cuando se producían abusos, se relegaba el aspecto social o se traicionaban los valores nacionales. El caso emblemático fue la guerra de Vietnam, donde un grupo de músicos se subió a un escenario para reclamarle a su gobierno el cese de la matanza injustificada y la protesta terminó con un movimiento cultural llamado hippismo que pregonaba el amor en lugar de la guerra.
Es cierto, los años 60 fueron símbolo de rebeldía juvenil. El contexto sociopolítico ayudó a generar este clima de agitación y la música era un elemento aglutinador. Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, quedaban sobre el tablero dos bloques hegemónicos: la URSS y Estados Unidos, dando inicio a la Guerra fría. A esto hay que sumarle hechos tales como la construcción del Muro de Berlín, el auge del Che Guevara como figura libertaria, la Revolución Cultural proletaria en China y el Mayo francés.

En la Argentina, bandas como Los Gatos, Almendra, Manal, Sui Genesis, Vox Die, apuntaron el acero de sus letras hacia la armadura del gobierno de facto. Y la nave se sacudió. Para amordazar los acordes, los artistas fueron perseguidos, encarcelados y golpeados. Sólo porque creían que algo se podía cambiar con sus letras. Eran jóvenes e ilusos y no pensaban ni siquiera en ganar dinero. Se conformaban con tener un público que los siguiera a todas partes (la expresión “yo te sigo a todos lados, siempre voy descontrolado” no fue un invento del fútbol).


¿Como se pasó de aquella ideología de clases a una facturación millonaria, que sólo patalea cuando los contratos no son redituables o la piratería amenaza su monopolio? Es algo que muchos sesudos investigadores tratan de explicar. La mayoría le apuntan a la modernidad y hacen foco en la sociedad de consumo, cuyo modelo de rockero triunfador es aquel que vive en una mansión fortificada y viaja en limusinas de vidrios polarizados.

Si se trata de echar culpas, el gran estafador del rock fue Malcolm McLaren, quien desde una ventanilla inventaba a los Sex Pixtol y en la otra vendía la ropa tajeada que vestían esos muchachos con penachos de colores y colgaban pesadas cadenas alrededor del cuello.
El concepto de merchandaising nació acaso en el año 1986, cuando los Run DMC, en un concierto gritaron “¡Rock your Adidas!” y todos lanzaron sus zapatillas al aire. Nacía de esta forma el primer acuerdo millonario entre una marca y un grupo de música. Así, las alianzas entre el ghetto de la música negra y las marcas de lujo (Nike, Mercedes Benz, Marc Jacobs, Gucci) se hicieron populares. Hasta que los gansta olfatearon el negocio y empezaron a vender sus propias colecciones de ropa.
Entre los casos más célebres están Snoop Dog, 50 Cents, Nelly, Ludacris, Ja Rule y Kanye West.
Y si en los Estados Unidos el negocio estuvo bien clarito desde un principio, en la Argentina, como ocurre en casi todos los órdenes, los arreglos se hacen a la luz de un farol. Como si fuera indigno que los autores hablen de sus ganancias, lo que cobran por musicalizar una propaganda o tocar para una determinada marca. En el país del Norte, todo el mundo sabe cuánto factura cada estrella de la música y de donde provienen sus ingresos.
Sea por el efecto Cromagnon o por falta de creatividad, el rock nacional se está hundiendo en su propio arreglo. Pero los artistas están felices porque hasta cuando se dan un chapuzón en la playa tienen un auspiciante. Y ahora, el público no va a escuchar como suena tal grupo sino a un recital con nombre de teléfono o un proveedor del servicio, en un estadio que tiene nombre de gaseosa o bien a un festival que hace referencia a una cerveza. Que la música siga sonando y el que no tenga efectivo, puede pagar con la tarjeta de un banco, que tiene importantes descuentos.

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