A LA DISTANCIA

Kevin Bacon y Marcia Gay Harden son los protagonistas del filme

Hay días en que todo parece salir mal. Esta sospecha se revela al poner un pie fuera de la cama y condiciona el resto de la jornada. Pero el problema va mucho más allá de una vibración negativa o un maleficio vudú. Y por más que se ponga la mejor energía para torcer la situación, lo único que se consigue es potenciar la adversidad. En estos casos, lo recomendable es quedarse en un rincón cruzado de brazos y esperar que la acumulación de infortunios pare de gotear. Lo cierto es que todo pasa y al final llega la merecida recompensa, y lo que antes fue tristeza se convierte en un regocijo. Sobre está tópico ambiguo se traslada el filme Rails and Ties.

La dirección de la película estuvo a cargo de Alison Eastwood, que además de ser bella e inteligente, cuenta con la ayuda de papá Clint. Pero como no todo es perfecto, hay que reconocer que el filme navega por aguas demasiado turbulentas y no logra mantener el rumbo fijo a lo largo de los 110 minutos de su derrotero. Por momentos, la travesía se vuelve una lágrima permanente y a los pocos instantes, se desata un júbilo generalizado. Esta ciclotimia al mejor estilo Philip K. Dick sorprende al espectador en su primera exposición, pero cuando este recurso se convierte en el leit-motiv del filme, termina por resultar contraproducente.

Pero para su debut cinematográfico la atractiva Alison no fue librada a su suerte de principiante. La ayuda del circunspecto Clint se hace notar desde la parte técnica. El enfoque justo de la cámara para que en cada toma capte el rostro de los protagonistas con un poco de aire de fondo, los ángulos seleccionados para cada escena y el tiempo justo de fugacidad, así lo revelan. Esto sumado a una edición impecable, donde todas las piezas encastran sin roces. Además, tanto Kevin Bacon como Marcia Gay Harden son dos actores a los que con frecuencia, trabajan con el viejo lobo.

De qué va. Tom y Megan Stark son una pareja que no está pasando por un gran momento afectivo. La llegada de Davey será como un bálsamo para suavizar la monótona existencia.

Al hueso. Desde aquel Kevin Bacon atlético de Footloose (1984) o The River Wild (1994), La bella Alison Eastwood junto con los actoreshasta el giro que insinuó en Mystic River (2003) y terminó de confirmar en The Woodsman (2004), existe un abismo de diferencia. Pese a evidenciar un cambio en su actuación, la evolución del personaje todavía es parcial. Acaso haya sido el propio Clint Eastwood quien le aconsejó que debía poner cara de serio frente a cámara y esto le dio resulto. Lo que se olvidó de mencionar es que cada tanto era conveniente sonreír. Hay otros vicios de adolescencia que son difíciles de erradicar. Su paso desgarbado y su postura canchera de Yo! What's the haps? Hacen desconfiar que su progreso sea verdadero. La compañera en Rails and Ties es Marcia Gay Harden, una actriz injustamente relegada a papeles secundarios. Su error es seguir aceptado ese rol de madraza amamantadora, que también desempeña en esta ocasión, y que no le permite mostrar sus cualidades.

En definitiva. Entretenida pero poco consistente, con actuaciones perezosas y un concepto demasiado ovalado como para que ruede sin trabas.
Score 5/10

TITULO: En las vías de la vida Afiche de Rails and Ties
ORIGINAL: Rails and Ties
ESTRENO: directo al video (en la Argentina)
ORIGEN: EE.UU.
AÑO: 2007
DURACION: 110 minutos
DIRECTOR: Alison Eastwood
REPARTO: Kevin Bacon (Tom Stark), Marcia Gay Harden (Megan Stark), Miles Heizer (Davey Danner), Jim Cody Williams (Vince the Engineer), Laura Cerón (Susan Garcia), Bonnie Root (Laura Danner), Stephen Peace (Bartender)
GUION: Micky Levy
MUSICA: Kyle Eastwood Michael Stevens.
FOTOGRAFIA: Tom Stern
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FORENSES

el cuerpo forense del Metropolitan University Medical CenterEl propósito de los médicos de una morgue y los peritos policiales es muy similar, su objetivo consiste en resolver un enigma. Para llegar a la verdad, estas profesiones utilizan métodos afines. En ambos casos, el metier se resume en la observación directa, la recolección de pistas y el poder de la intuición. Pero mientras los detectives supervisan la escena del crimen y su jurisdicción es la metrópoli, los forenses analizan lo que en la jerga se conoce como el cuerpo del delito y su campo es el laboratorio. Sobre necropsia, disección y otras mutilaciones se ocupa Pathology.

La motivación de ver un filme clase B (entendiendo como tal, una producción comercial sin figuras de relieve, con un director sin experiencia y un presupuesto acotado) es comprobar la entereza de su realizador. Así, los que guardan menos escrúpulos embarran la cancha de entrada y no piden disculpas por su elección. Están los ambiguos, que son los más frecuentes, esos que mantienen el pulso firme durante 80 minutos y en los últimos diez se desbarrancan sin perdón. Y también existen las sorpresas, que por cierto no abundan, y corresponden a quienes logran plasmar un producto decente, salpicado con algunas intermitencias.

Si hubiera que colocar al ignoto Marc Schoelermann de Pathology en una posición, esta sería la tercera, es decir, la de aquellos que logran un resultado decoroso. Si bien el prudente de Schoelermann amaga con perder el control del volante en cada curva, es acaso la exageración llevada hasta su punto límite lo que confirma su audacia. Aunque se debe reconocer que, salvo algunos tropiezos más que disculpables, el tipo logra conservar la integridad del motor hasta el minuto final de la carrera.

De qué va. Un grupo de residentes, para probar su capacidad de deducción, inician una competencia bastante riesgosa, en donde deberán poner en juego algo más que su título universitario.

Al hueso. Las historias de los médicos forenses es una temática con mucha miga en el medio. el profesor junto con sus mejores alumnos estudian un cadaverPero decir esto no es descubrir el hilo negro, hay miles de series en circulación, desde la legendaria Quince, hasta
CSI (que viene en tres sabores: Miami, New York y Las Vegas), Cold Case o HouseM.D., que con gran apoyo del público, se dedican a explotar esta temática.
Entonces, para competir con una tira semanal hay que mostrar algo distinto. La estrategia que utiliza Pathology es el regodeo visceral. Así, en una de las primeras tomas se muestra el torso abierto de una víctima y varios médicos practicando la autopsia. Si este es el comienzo no se quieran imaginar lo que sigue. Y aquí es donde aparece la muñeca de Schoelermann, para evitar que el filme se convierta en una carnicería despiadada.

En definitiva. Una historia entretenida, acaso demasiado explícita desde lo anatómico, con intriga, suspenso y un desenlace que, sin ser nada del otro mundo, descoloca.
Score 6/10

TITULO: Pathology afiche de Pathology
ESTRENO: sin fecha en la Argentina
ORIGEN: EE.UU.
AÑO: 2008
DURACION: 93 minutos
DIRECTOR: Marc Schoelermann
REPARTO: Milo Ventimiglia (Ted Grey), Alyssa Milano (Gwen Williamson), Michael Weston (Jake Gallo), Lauren Lee Smith (Juliette Bath), Dan Callahan (Chip Bentwood), Johnny Whitworth Griffin Cavenaugh), Mei Melancón (Catherine Ivy)
GUION: Mark Neveldine, Brian Taylor
MUSICA: Johannes Kobilke, Robb Williamson
FOTOGRAFIA: Ekkehart Pollack
SITIO OFICIAL




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ABSTRACCIONES

Decir que un artista logró colgar una pieza en un museo es empezar a contar la historia por el final. La consagración es un proceso no siempre meritorio que puede demorar años, décadas y hasta siglos. En todo caso, el interrogante a develar no es quién llegó a la cúpula sino cómo. La contrariedad que gobierna al canon reside en su método de selección. Es el arte comercial el artefacto mejor ensamblado para prevalecer o por el contrario, el arte que no se presume como tal, es el vehículo indicado para aislarse del tiempo. Sin la solemnidad de estas palabras, un corto llamado Defaced intentará dar las respuestas a este enigma.



DEFACED from LORCANFINNEGAN on Vimeo.

Según los teóricos (que vayan pasando el yunque) la modernidad, a diferencia de períodos anteriores, coloca el sello de arte a cualquier imitación de lo abstracto. Esta facilidad para consagrar con la misma medalla a lo efímero y lo trascendente, no ha hecho más que profundizar la crisis de la valoración subjetiva. La pregunta, que como un eco sin oposición, recorre desde hace casi un siglo las bóvedas de los museos y las paredes de exhibición es ¿Dónde está el arte?

Buscando dar alguna explicación, el amigo Adorno (sírvalo con soda), planteó que la clave está en la autonomía de la obra de arte. Porque el artista es un sujeto social que crea un objeto social, que se relaciona en su propia autonomía, primero con sí mismo, y luego, vuelve a relacionarse con el sujeto, pero como un objeto o hecho estético y no como una mera reproductibilidad. ¿Quedó claro?

Unos años antes, Adolf Loos, un arquitecto austriaco nacionalizado checoslovaco, con sus ideas marcó la ruptura entre la concepción de la Secesión vienesa (también llamada Secessionsstil, o Sezessionsstil en Austria, 1897) y la vanguardia racionalista. Para el que cree que la vanguardia es un invento del presente, en el año 1903, el chango Loos decía “el espíritu moderno nos exige que el objeto de uso sea práctico. La belleza es perfección, por eso lo práctico, al no ser perfecto, no puede ser bello. Todo lo demás, todo lo que tiene una finalidad, debe excluirse del reino del arte”.


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UN DIA CUALQUIERA

la fantasía de un mundo sin gente

Que sucedería con la tierra si de pronto, un día cualquiera, el Homo sapiens simplemente desapareciera sin dejar rastros. Esta misma pregunta se la planteó Alan Weisman, un periodista que se desempeña como profesor en la Universidad de California, en su libro The World Without Us (El mundo sin nosotros). Pero lejos del enfoque clásica de la ciencia ficción, al estilo La Tierra Permanece de George R. Stewart, en esta ocasión, el protagonista no es el ser humano librado a su suerte sino el propio planeta.

En una entrevista concedida a la revista Scientific American, Weisman se pregunta “¿Sería una gran pérdida para el planeta la supresión de la humanidad? Qué ocurriría con nuestros grandiosos actos de expresión, con el arte, las bellas esculturas, la refinada arquitectura. Quedará algún signo que indique nuestra existencia en este punto”. Lo cierto es que la naturaleza tardaría poco en invadir las grandes ciudades, los embalses sin control producirían desbordamientos que desembocarían en una inundación. Las calles se agrietarían, las plantas levantarían las baldosas. Los reactores nucleares de las 441 centrales que hay actualmente se sobrecalentarían y acabarían incendiándose o fundiéndose. La radiactividad duraría milenios.

el asfalto se levantaría rápidamente y las plantas invadirían las callesUn aporte más a esta reflexión ecologista lo ofrece tanto el canal National Geographic (Aftermath Population Zero -- Consecuencias de la población cero) como History Channel (Life After People – Vida después de la gente), quienes prepararon un documental en donde muestra como evolucionaría la tierra sin gente. A continuación, un resumen de lo que ocurriría con el astro.

Sin el personal de mantenimiento que verifique el correcto funcionamiento de las presas hidroeléctricas, a las pocas semanas se produciría un corte generalizado del suministro eléctrico.

En menos de un mes, la comida estará podrida en los estantes de los supermercados y se registrarían los primeros cambios en la temperatura y humedad del plala desolación de un inviernoneta.

En las zonas boscosas, a los seis meses, los animales salvajes, sin la presencia amenazante del hombre, empiezan a invadir los municipios rurales.

En un año, el paisaje urbano comienza a ser invadido por la naturaleza.

A los cinco años, en las regiones más agrestes, es difícil distinguir el bosque de la ciudad. Lo incendios producidos por rayos empiezan a devastar algunas zonas campestres invadidas por la maleza.

A los 10 años, a causa de los cambios estacionales, las fachadas de los edificios empiezan a desplomarse por falta de mantenimiento.

Las jaurías de lobos y perros salvajes, sin otro depredador natural, se multiplica hasta seis miles de coches y micros quedarían abandonadosveces por año. A 20 años de la desaparición del hombre, gran parte del continente americano estaría poblado por esta especie.

A los 40 años, los rascacielos de acero y concreto constituyen el único vestigio de la raza humana en las grandes ciudades. Los suburbios desaparecen en la espesura.

A los 75 años, los 600 millones de coches que hoy recorren rutas y caminos, son apenas restos de chatarra oxidada reducidos a esqueleto.

A los 100 años, la mayoría de los puentes colgantes (Golden Gate, Brooklyn o Rosario Victoria) se desploman y caen al agua.

Los libres y películas conservados en un ambiente ideal pueden llegar a sobrevivir 300 años. En condiciones normales esta cifra se reduciría a la mitad. Lo mismo ocurre con la información almacenada digitalmente.

A los 150 años, las vigas subterráneas de la ciudad están corrompidas por las inundaciones y se desmoronan, lo que termina por hundir las calles y avenidas.
las inundaciones avanzarían sobre algunas ciudades
A los 200 años, los mares se expanden por la tierra y sus aguas estarían repletas de criaturas acuáticas que se reproducen sin control.

En menos 300 años, ciervos, osos y lobos migrarían a las capitales.

En este punto, una nueva raza o algunas de las existentes (monos, lobos, hormigas o cucarachas) se convierte en la especie dominante del nuevo planeta.

A los 10.000 años, por acción de las tormentas de arena y los terremotos, no quedaría ningún vestigio de la civilización construida por el hombre.

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