BUSCANDO UN SIMBOLO

el asistente, tan perdido como el director de la orquestaEntre las ligerezas menos aceptables que puede cometer una película está la de prometer algo que nunca va cumplir. Las causas más habituales para este menosprecio del espectador pueden ser, haber proyectado un triángulo para que encastre en un hexaedro, o no saber cómo desatar los piolines que se fueron enredando. Todo lo contrario de lo que sucede en The Bands Visit, un filme israelí cuyo gran mérito está en recurrir a la modestia para referenciar situaciones complejas.

Si hay algo para resaltar del su director, el ignoto Eran Kolirin, es el parentesco que une a su opera prima con la obra del finlandés Aki Kaurismäki. Como ocurre en Luces al atardecer ( Laitakaupungin valot - 2006), los personajes de The Bands Visit tienen esa expresión entre ingenua y sobradora que los distingue del resto. Son soberbios perdedores que con una sonrisa a medio progresar, se viven excusando ante el mundo por sus torpezas. Buscan ser amados pero lo único que consiguen transmitir a sus semejantes es lástima y rechazo.

La trama se desarrolla en un lugar de espacios vacíos, una autopista que se entrelaza con una edificación opaca, que da lugar a una ciudad habitada por cadáveres urbanos. Las calles desoladas transmiten la angustia y la desesperanza de quien se sabe sin un propósito fijo y sólo le queda vagar por la tierra para encontrar una respuesta que carece de voces.

De qué va. Ocho integrantes de la orquesta de la policía egipcia se pierden en el desierto de Neguev, en Israel. Su intención es llegar a la ciudad de Petah Tikva para ofrecer un concierto de música árabe, pero por equivocación, arriban a un pueblo perdido junto a la carretera.

Al hueso. Como es más simple ser efectivo con un argumento de acción que con uno dos hombres para una mujer perdidadialogado, también es más complicado hacer un filme simple que otro rebuscado. En la sencillez de The Bands Visit se esconde una estructura pensada para sostener 87 minutos de gran nivel cinematográfico, ni uno más. No hay momentos en los que se note una intención de alargar la situación o apurar alguna resolución. Todo se maneja a un ritmo de partitura, con sabia morosidad, los gestos hablan más de los personajes que lo que puedan decir sus palabras.

La base de esta pirámide la ocupa el humor. Un humor que se entrega al absurdo para componer un cuadro costumbrista de un pueblo y su gente. Pero humor no implica burlarse de las diferencias que separan a estas culturas, cuyas disputas provienen de la época de Moisés. Es un humor sano, sin doble sentido, que ayuda a cicatrizar los conflictos políticos para acercar a las personas. Y en el fondo, demostrar que todos nos reímos y sufrimos por las misma causas.


En definitiva. Para ocupar un rato agradable con un filme sincero y de aparente simplicidad, que no esconde la tristeza ni hace gala del dolor.
Score: 7/10


TITULO: The Bands Visit
ORIGINAL: Bikur Ha-Tizmoret
ORIGEN: Israel-Francia
AÑO: 2007
DURACION: 87 minutos
DIRECTOR: Eran Kolirin
REPARTO: Saleh Bakri, Ronit Elkabetz, Sasson Gabai, Uri Gavriel, Imad Jabarin, Ahuva Keren, Rinat Matatov, Rubi Moskovitz, Khalifa Natour
GUION: Eran Kolirin
MUSICA: Habib Shadah
FOTOGRAFIA: Shai Goldman
WEB OFICIAL:
www.thebandsvisit.com


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CON EL LENTE TORCIDO

Forest Whitaker, Dennis Quaid y Matthew Fox (sí, el de Lost) Dentro del cine comercial, existe una regla no escrita que indica que, cuando el filme no tiene actores de fuste o cuando todos los rostros son conocidos, hay que desconfiar. Esta máxima de los extremos que al unirse componen un ouroboros, pone sobre el escenario a Vantage Point, un título sólo dispuesto a ofrecer acción, explosiones y un elenco de película.

Algo que sorprende y mucho, es que esta galería de personalidades se la hayan confiado a un director como Pete Travis que en su vida (y lo digo sin eufemismos ni retórica) había dirigido un filme. Su aporte al séptimo arte fueron dos o tres capítulos de series sin referencia. Pese a cargar con este historial tan magro, hay que reconocer que el hombre intentó fijar una línea de ruptura a un argumento muy débil. Y en parte lo logró. La primera media hora la trama logra atrapar. Cuando el período de complicidad que uno había establecido con Travis se diluye, porque no está dispuesto a tolerar las filtraciones del guión, toda el agua se va por la alcantarilla. Los exabruptos imperdonables se suceden: las situaciones más riesgosas se resuelven por obra y gracia del milagro, los buenos corren con ese plus de ventaja que los vuelve invulnerables y los malos deben andar con mucho cuidado. En fin, lo de siempre, puro humo de chimenea.

Y si se trata de seguir levantando la mano contra el director, aunque es poco decoroso golpear al caído, alguien tiene que pagar los platos rotos. Como primer medida, a Travis deberían impartirle un curso rápido de cómo filmar persecuciones. No es posible que todo se resuelva con pausa y corte. Si la acción se interrumpe en el momento en que el auto va a chocar contra un acoplado y después lo muestran dos metros más adelante con un raspón, el truco es obvio. Y si esto ocurre una vez, es como que casi no se descubre. Pero como los últimos 40 minutos son filmados sobre cuatro ruedas, con esta particular sistema de edición, la paciencia se agota.

De qué va. Después de varios años de combatir al terrorismo internacional, el presidente de los Estados Unidos emprende un viaje a España para celebrar una cumbre internacional por la paz. En medio de un alto operativo de seguridad, con francotiradores en las azotes y policías entre el público, alguien intentará asesinarlo.

Al hueso. Quizás el único mérito del filme sea haber copiado el estilo narrativo de Rashômon (195Dennis Quaid zamarrea a Eduardo Noriega0), donde diferentes personas participan de un mismo conflicto y la historia se cuenta desde la perspectiva de cada uno de estos. Aunque la intención no es contrastar la genialidad de Akira Kurosawa contra la voluntad del bueno de Travis, el error que comete este último es que no desarrollar los relatos por su trascendencia sino por la cantidad de pirotecnia que le permiten desplegar. Y en la mayoría de los casos, en lugar de mostrar una interpretación diferente sobre un mismo punto de vista, se limita a cambia la cámara de ubicación y contar la escena desde otro ángulo. Así, no mi hijito.

En definitiva. Para quien con pocas pretensiones y un buen balde de pochochos, pretenda pasar un rato divertido frente al televisor.
Score 4/10



TITULO: Puntos de vista
ORIGINAL: Vantage Point
ORIGEN: EE.UU
AÑO: 2008
DURACION: 90 minutos
DIRECTOR: Pete Travis
REPARTO: Dennis Quaid (Thomas Barnes), Matthew Fox (Kent Taylor), Forest Whitaker (Howard Lewis), Sigourney Weaver (Rex Brooks), William Hurt (presidente Ashton), Bruce McGill (Phil McCullough), Ayelet Zurer (Verónica), Edgar Ramirez (Javier), Eduardo Noriega (Enrique), Saïd Taghmaoui (Suarez), Zoe Saldana (Angie Jones), James LeGros (Ted Heinkin), Richard T. Jones (Holden)
MUSICA: Atli Örvarsson
FOTOGRAFIA: Amir Mokri
WEB OFICIAL: www.enelpuntodemiralapelicula.com
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APAGUEN LA LUZ

Scorsese, con dos Stones a cada lado [malqueridos] Aunque desde hace un rato largo los Rolling Stones no tienen nada para decir (desde lo musical, lo personal o sobre lo que les preguntes), y siguen apilando discos que compilan temas que fueron recopilados por un colector de recopilaciones. La excusa para poner la jeta en la tapa de Shine a Light fue la nueva película de Martin Scorsese, que lleva el mismo título.

Lo más disparatado del asunto es que se trata de un disco doble (sí, doble, vale más, vale doble) que no contiene ningún material original. A los cadáveres de Jumping Jack Flash, Sympathy For The Devil, I Can’t Get No Satisfaction, Brown Sugar, se le suman los mismos gestos de hace 30 años, los punteos analgésicos de toda la vida y todas esas letras que de tanto cantarlas, le crecen polillas. Lo único para destacar son los artistas invitados: Jack White (Loving Cup), Buddy Guy (Champagne and Reefer) y Cristina Aguilera (Live With Me). Como para encargar 4 copias. :=)

Pero hay más. Ayer se realizó en Londres, la premier del filme, a la que asistieron los músicos y el director Scorsese (no se hagan los piolas con el petizo). Durante la gala, Mick Jagger admitió que los Stones rechazaron el Brit Awards por su contribución a la música mundial, debido a que no pudieron ir a retirarlo. Y en una actitud tribunera remató "no nos importaba en los más mínimo, y creo que estábamos en Hawai", (estás grande para estas pendejadas) antes de ingresar al cine.

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VIDA EN PATINETA

los skaters invaden el colegio Si algo le faltaba a Gus Van Sant para convertirse en el portavoz de la generación transversal, es una película como Paranoid Park (2007). El director oriundo de Portland no sólo encontró la articulación exacta entre el mundo adolescente y el adulto sino también, la estética para mostrar los conflictos y desaciertos por los que pasan los jóvenes.

Pero cabe puntualizar que el lenguaje que utiliza no es limpio ni directo, porque su cine posee la mirada de un skater intelectualizada. Aquellos que se quedaron afuera de Elephant (2003) y se anestesiaron con Gerry (2002), saben de lo que hablo. No por nada se dice que los filmes de Van Sant no son aptos para mayores de 40 años. Será porque no se sienten identificados con la problemáticas actuales ni les resulta cómoda la óptica descriptiva. Además, la dirección en la que se suceden los conflictos no es lineal y el punto de vista del narrador cambia de primera a tercera persona sin previo aviso. Pura esquizofrenia adolescente.

Después de coquetear sin éxito con los grandes estudios (Psycho - 1998 y Finding Forrester - 2000) Gus Van Sant parece haber encontrado el marco para colgar sus cuadros. Pero mucho ha pasado desde aquel retrato de taxiboy que ofrecía en My Own Private Idaho (1991). La apropiación de los valores del estudiante secundario que hace en Paranoid Park es brillante. En este universo paralelo no hay lugar para los mayores de edad. Y los que aparecen, los muestra fuera de foco o en actitud de reproche. Esto no hace más que ejemplificar no solo la falta de comunicación, sino de entendimiento entre ambas partes. Y lo peor del caso, nadie hace un esfuerzo por entender al otro.

De qué va. Alex es un adolescente que descubre el Paranoid Park, un circuito para skaters donde concurren toda clase de marginales con sus tablas. Allí encontrará algunas respuestas a su existencia y también, algo que nunca pensó que hallaría.

Al hueso. Lo primero que a uno se le viene a la mente cuando entra en Paranoid Pacomposé con varias escenas del filmerk es Kids (1995), otro filme referente sobre los skaters. Pero mientras el filme de Larry Clark se beneficiaba con la frontalidad del relato, donde un joven desparramaba el VIH-SIDA a cuanta virgen se le cruzara por el camino, la actitud de Van Sant es más hermética, porque no deja entrar a cualquiera a su función, hace falta tener carnet de sufrimiento para ingresar. Es una película sobre [jóvenes] no para.


Otra de las libertades que se toma el director durante el filmes, es un fugaz homenaje a sus maestros. Quien puede dudar cuanto le debe Gus al cine de
Michael Haneke. Incluso, usando esos cuadros que sintetizan personalidad se podría decir: Michael Haneke - Larry Clark = Gus Van Sant. Hay una escena en donde los jóvenes van manejando en calma y suena de fondo un tema de punk rock (como el inicio de Funny Games - 1997). Otro de los condecorados es Federico Fellini y que mejor que el tema Gradisca E il Principe y Giardino Delle Fat, de Nino Rota para recordarlo.

En definitiva. Para los seguidores del director y aquellos que pretendan entender un poco mejor, cuales son los problemas reales que aquejan a la juventud.
7/10

TITULO: Paranoid Park (2007) afiche de Paranoid Park
ESTRENO: se proyecta en el BAFICI (viernes 18 y domingo 20)
ORIGEN: EE.UU - Francia
AÑO: 2007
DURACION: 90 minutos
DIRECTOR: Gus Van Sant
REPARTO: Gabe Nevins (Alex), Dan Liu (detective Richard Lu), Jake Miller (Jared), Taylor Momsen (Jennifer), Lauren McKinney (Macy), Olivier Garnier (Cal), Scott Green (Scratch), Winfield Henry Jackson (Christian), Dillon Hines (Henry), Brad Peterson (Jolt).
GUION: Gus Van Sant; basado en la novela de Blake Nelson
DIRECCION ARTISTICA: John Pearson-Denning.
FOTOGRAFIA: Christopher Doyle y Rain Kathy Li
WEB OFICIAL: http://www.paranoidpark-lefilm.com/

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DIVA A LOS 50

Son pocos los artistas que pueden soportar el cambio de estación sin languidecer. Madonna es uno de esos casos emblemáticos. Cada década que se inicia, amanece bajo una forma particular. Pero los años la recorren y si no, basta con mirar la evolución de doña Louise Veronica Ciccone Fortin Ritchie [así, sin repetir y sin soplar] a través de las tapas de la revista Vanity Fair (1986 - 2008). En la última portada de esta prestigiosa revista de moda y cultura, la diva realizó confesiones únicas. (sigue, sigue)

Acaso como la órbita de los 50 años ablandó esa capa de vanidad que la envuelve, pensó que si había sobrevivido a tantas miserias, ya nada podría exterminarla. Lo cierto es que en dicho reportaje explicó que su niñez no fue fácil ni mucho menos feliz. "Yo era uno de esos niños que reciben muchos abusos de sus compañeros". En otro párrafo se lee "no era hippie ni amante de los Stones, así que terminé siendo una rara. Me interesaba el ballet clásico y la música, y mis compañeros eran muy malos si uno era diferente", comenta. El hecho de ser diferente no pasaba únicamente por una actitud anímica, sino también corporal. "No me afeitaba las piernas. Me negaba a llevar maquillaje o encajar en el ideal de una niña bella bien vestida. Así que era torturada incluso más de la cuenta", confesó la diva del pop.

A punto de lanzar su nuevo disco, posó para la tercera edición Green Issue de la revista Vanity Fair. Este honor, lo comparten también Leonardo Di Caprio, Geroge Clooney, Julia Roberts y Al Gore. La escena busca imitar una famosa fotografía de la década de 1920 del artista checo Frantisek Drtikol.

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EN MOVI.MIENTO

Last Night (2008), Moby A la carabina del encandilado Moby no le quedaban cartuchos en la recámara, por más que el hombre ballena gatillaba el percutor, no había caso, la pólvora no se quemaba y por consiguiente, sus hits no explotaban en el aire. Acaso fastiado por que la luz del sol le impedía dosificar la temperatura a la que hierve la pista de baile, decidió exorcizar males con Last Night (2008), un disco que, según sus palabras, “es una carta de amor a la música bailable de la ciudad en New York”.


Hasta acá la anécdota. Pero vayamos al final de la cuenta para ver cuánto da. Si uno escucha el disco sin ninguno de estos condicionantes, le resulta sostenible a primera instancia y como suele suceder cuando se pone empeño en algo, va mejorando con cada pasada. Hay que agregar que salvo dos o tres arreglos puntuales, el disco reúne las mismas trucos de siempre, es decir, los pianitos astronómicos (Live for Tomorrow), los coros de las chicas gospel (Everyday It's 1989), los temas instrumentales (Degenerates y Mothers of the Night) y el fallido intento por sonar a tecno dance (Disco Lies) del que sólo clasifica como electrónico.
La sorpresa se insinúa primero en I Love to Move in Here y se termina de confirmar con Alice, su caballito de batalla, cuando por primera vez introduce la figura de un MC que sale a rappear unas estrofas. Pero claro, no se trata de un gangsta rap con dientes de oro, sino de un negro con sombrerito Armani y camisa Dolce and Gabbana. Alguien dirá ‘cualquier recurso es digno para mantener la nave a flote’ y es cierto.

Entonces, más que un cambio de rumbo (¿Quién habló de algo así?) lo que hizo fue modificar la estructura de las piezas. Y realmente, las movió con tanto criterio, que el antepasado de Herman Melvilla hizo olvidar el papel de Hotel (2005), la desfachatez de 18 (2002) y la sombra de Play (1999) que seguramente, no lo dejaba confeccionar música con claridad. De acá en adelante el camino está limpio. Porque siempre, se puede volver a ser el que fue.

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LA LUCHA CONTINUA

marcha de los guionistas No sólo en Argentina se demora el acuerdo entre los chacareros y el gobierno. En los Estados Unidos, el Sindicato de Actores de la Pantalla (SAG, según sus siglas en inglés) le declaró públicamente la guerra a la Federación Estadounidense de Artistas de Televisión y Radio (AFTRA). Lo que abre una nueva varice de trasfusión entre la yugular de los guionistas y los murciélagos de la industria.


De esta manera, AFTRA negociará en forma independiente con la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP), que representa a la patronal. El punto en cuestión siguen siendo las condiciones laborales en producciones cinematográficas y series televisivas de horario estelar. Durante 27 años, el sindicato, que decide por sus 120 mil miembros y la federación, con 70 mil confederados, resolvían estos chanchullos en conjunto. Pero claro, se nota que estos chicos no escucharon hablar de Maquiavelo, un pensador del Renacimiento italiano que en el siglo XVI dijo “divide y vencerás”.

No hace falta ser un nigromante para vislumbrar que a la industria del cine, la humedad le está comiendo el respaldo del asiento. Si la piratería no le hundió el piso, la protestas de guionistas pueden ser el mazazo que faltaba para tumbar la medianera. Por eso, al cortar la manzana al medio, se asegura, por lo menos, un aliado incondicional y un enemigo intransigente.

Como para que los sediciosos entren en razón, algunas estrellas (George Clooney, Meryl Streep o Robert De Niro, como para mandarlos al frente), apuntan que Hollywood no puede permitirse otra huelga como la que sufrió recientemente a causa del conflicto entre guionistas y los grandes estudios. Esperemos que, como ocurre en todas las películas, los buenos sean los triunfadores. El problema es de que lado del mostrador se lo mira. Porque buenos, buenos somos todos.

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LAZOS DE FAMILIA

Nicole Kidman en el árbol. Abajo miran los novios En muchos aspectos la familia funciona como un lazo de contención para circunstancias extremas o un barranco desde el cual desplomarse ante el mínimo temblor. Algo de esta contradicción intenta retratarse en Margot at the Wedding (2007), un filme que reproduce los padecimientos y excentricidades de un grupo de adultos que se resisten a madurar.

No es casualidad que el director de este drama filial lo encare Noah Baumbach, cuyo material de obsesión es el papel que juegan los hijos en las parejas divorciadas. En su anterior filme, The Squid and the Whale (2005), ya había manifestado muchas de estas angustias domésticas. Pero si en aquella ocasión todo se dispersaba demasiado y hasta se perdía el foco del conflicto, en esta oportunidad la lupa amplifica donde más duele. Otro de los méritos de Noah es tener en claro el rol que debe desempeñar cada actor y hacer que cada figura se sienta cómoda en aquella piel. Esa misma confianza se transmite en forma de certeza desde la pantalla hacia el espectador.

Acaso el punto más cuestionable sea la técnica de filmación. Como un capítulo más en la bochornosa filmografía de El Dogma 95 (de los insufribles Lars von Trier, Thomas Vinterberg, Kristian Levring y Soren Kragh-Jacobsen) Baumbach casi no utilizó luz artificial en el set. Incluso las tomas en los interiores, que abundan, son demasiado opacas y se pierden profundidad en los ambientes. Un detalle no menor, que resiente la calidad del filme y que es totalmente innecesario, porque no aporta nada positivo al artificio de la grabación.

De qué va. Pauline está por casarse y como sorpresa de bodas recibe la visita de su hermana mayor, Margot Zeller, con quien hace varios años no se habla. Pero el reencuentro no será simple ni conmovedor. Mientras que las peores sospechas de Margot se confirman cuando conoce al novio de su hermana, un perdedor y holgazán, sin futuro ni inteligencia.

Al hueso. El obstáculo de las familias intelectuales es que la disputa más iJack Black con Jennifer Jason Leighnsignificante, esa que se resuelve con un par de gritos o un sopapo, puede confluir en una imperecedera recriminación existencial. Una distancia que involucra más que el tiempo y la palabra divide a estas hermanas que en una época fueron grandes amigas. Y no es que eviten enfrentar el problema o lo posterguen, sino que son demasiado egoístas para reconocer sus equivocaciones. Pauline (Jennifer Jason Leigh) parece más frontal mientras que Margot (Nicole Kidman), bella y exitosa, es una víctima de su propia vanidad.

Aunque el hilo que mueve todas las piezas es la imposibilidad de asumir los fracasos amorosos al pasar la barrera de los cuarenta, el papel que representa cada uno, es una caricatura de su idiosincrasia. Así, Malcolm (un desatinado Jack Black) es un crítico musical tan minucioso, que nunca termina sus análisis. Está enamorado de Pauline, pero le gusta su hermana y coquetea con una adolescente que llega a la casa. La belleza de Margot solo es comparable a las extravagancias a las que somete a sus parientes cercanos. Aunque es una escritora respetable y una dama circunspecta no consigue la felicidad y vive en la contradicción. Por un lado, a su hijo Claude de 6 años, le cuenta secretos íntimos de otras mujeres, le recomienda el uso de preservativos, pero no se anima a decirle que va a abandonar a su padre. La más cuerda parece ser Pauline, aunque lleva una vida desordenada y está dispuesta a cualquier sacrificio para no quedar sola. Estas y otras disfuncionalidades afectivas se describen con ironía o despiadada crudeza en Margot at the Wedding.

En definitiva. Una historia compleja, con muchos matices, no apta para quienes busquen respuestas fáciles o finales con moño.
Score: 7/10



TITULO
: Margot y la boda afiche de Margot at the Wedding
ORIGINAL: Margot at the Wedding
ESTRENO: directo al video, en Argentina
ORIGEN: EE.UU.
AÑO: 2007
DURACION: 92 minutos
DIRECTOR: Noah Baumbach
REPARTO: Nicole Kidman, Jack Black, Jennifer Jason Leigh, Ciarán Hinds, John Turturro, Zane GUION: Noah Baumbach
FOTOGRAFIA: Harris Savides
WEB OFICIAL:
www.margotatthewedding.com

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HUELLAS DE ELEFANTE

Aaron Thomas, Follow the Elephants Aunque cueste admitirlo, la música globalizada y homogeneizada da como resultado que todos los grupos del mundo suenen a Coldplay, Queen, Radiohead (o Spinetta, como se dice por acá). De este pasto para vacas flacas hay muchos que se alimentan, pero también hay excepciones. Una de ellas es Aaron Thomas, cuya tonada evoca los campos de trigo y luna sobre los charcos.

Más allá de la estereotipada alegoría pastoral, este joven compositor australiano que reside en Madrid, demostró que para agarrar una guitarra y enfilar algunas estrofas, no hace falta tener el aval de una trayectoria o vender la fachada de un bohemio excéntrico. Este muchacho acaba de editar Follow the Elephants, su disco debut y a primera escuchada, la comparación con el E.P Lon Gisland de Beirut, que desembocó en el inexpresivo The Flying Club Cup (2007) son inevitables. Pero mientras el otro murió con el juramento en los labios, este entrega la frescura de un songwritter que sin apuntarse al guiño de la moda retro, lleva la música bucólica entre sus costillas.

El tema que abre el disco es Descending y aunque no pasa de una balada enamoradiza, exhibe las insignias de un folk de rigor. Al pasar a la siguiente pista, Any More, algo raro se instala en el ambiente. Un aire de lejanías melancólicas que llega acompañado por una guitarra dulzona. El corte más popular es Kill This City, porque encuentra parentesco con algunos temas de Muse y otros hacedores de suspiros. El punto más elevado del CD llega con Down to Earth, una canción en donde encuentra el equilibrio entre composición, ritmo y desenlace. Un disco para meter la cuchara hasta el fondo sin temor a empalagarse. Un artista para colgar en la lista de favoritos.

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