Desde que el artificio se estacionó en un rincón oblicuo a la realidad (algo que los especialistas apellidan minimalismo) es que el arte se convirtió en una razón de artistas. Y desde que el vacío puede ser vestido de vanguardia y gozar de un aplauso sin palmas, se instaló la decadencia. Una cifra más en la muerte anunciada del artista tuvo lugar estos días en Alemania.
La crónica del matutino Rheinischen Post destaca la curiosa visión de Gregor Schneider, un esteta cultural cuya mayor ambición es exponer en un museo, a una persona moribunda y erradicar así, uno de los últimos tabúes sociales.
Este ilustrado teutón de 39 años, en declaraciones exclusivas al diario Die Welt manifestó que "la muerte y el camino hacia ella son desgraciadamente hoy en día un sufrimiento”. Por eso, su intención es mostrar la belleza que hay en lo sin vida.
Sin que el repulgue mandibular oscile con sus inflexiones orales, el artista aclaró, para que celebridades de la talla del Canibal de Rotemburgo no se apersonen en la muestra “la puesta se va a desarrollar con el consentimiento de los allegados de la víctima”. Pero como sabe que nadie querrá asumir semejante riesgo, redobló el monto y si ningún museo acepta la propuesta, podría usar su casa en la ciudad de Mönchengladbach para el acto en cuestión. Y para demostrar que voluntad no le falta, ya encontró un nombre para la instalación: Das Tote Haus Ur (algo así como "La hora de la muerte"). Que actitud más optimista.
EL ACTO EN CUESTION
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Das Tote Haus Uhr,
Gregor Schneider
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