MANCHAS DEL UNIVERSO

representación de un agujero negroHace falta tener la amplitud óptica de un poeta para imaginar la muerte de un planeta. Es necesario ser un enamorado de la magia (ci-fi) para proyectar un “agujero negro”. Todo esto y mucho más, fue John Archibald Wheeler, quien este domingo, a los 96 años, acaba de abandonar el universo.


Con su teoría no sólo ensanchó los límites de la física, sino también los de la ciencia ficción. La imagen astronómica de un orificio ciego en el tejido de la galaxia, es como un tumor que de a poco, va absorbiendo al organismo. Qué sería de Frederik Pohl, Charles Sheffield, Gregory Benford, Kim Stanley Robinson, Asimov o el mismísimo Dark Vader sin esas brechas temporales que pueden matar o redimir al navegante.

Convengamos que Wheeler no era un etiqueta más en la lista de apellidos. El hombre trabajó con Albert Einstein y Niels Bohr, tuvo gran influencia en el desarrollo de la teoría de la relatividad general. En 1939 elaboró junto con Bohr un modelo para explicar la fisión nuclear. Aunque la historia lo va a recordar porque en el año 1976 caratuló lo innombrable.

Para personas con visión a corto plazo, vale precisar que un agujero negro se forma cuando una estrella grande, vieja y sin brillo, agotados todos sus recursos energéticos, se viene a pique. Incapaz de soportar el enorme peso del gas que la constituye, la región central de la estrella se derrumba y en un toque se forma un núcleo atómico enorme, con un radio de varios kilómetros. Este proceso, similar al de una explosión termonuclear, libera una guasa cantidad de energía y el brillo de la estrella moribunda aumenta billones de veces, hasta superar el de toda la galaxia. Sí, así agoniza una estrella. Qué cosa, no.

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